Tumbado boca arriba, acerca una sola rodilla, abrázala con las manos y mantén esta posición. La otra pierna puede permanecer flexionada o extendida. Esta posición abre suavemente la mitad de la pelvis, lo que permite relajar profundamente los músculos que suelen permanecer tensos incluso por la noche.
Este ejercicio no requiere flexibilidad. Está diseñado para ayudar al cuerpo a liberar lo que ha estado reteniendo durante mucho tiempo. Respira hacia el estómago. Presta atención al calor que aparece donde suele haber pesadez.
Alterna las piernas, tomándote tu tiempo. Siente la asimetría; esto también se trata de ti. Y permítete ser imperfecto. Porque aquí es donde se manifiesta la ligereza interior.
Abrazar una pierna contra el pecho es un alivio pequeño pero profundo.
