Acuéstate boca arriba, apoya los pies en la pared, los brazos a los lados y simplemente respira. Esta posición parece sencilla. Pero ocurre algo muy importante: la presión interna disminuye, especialmente en la zona que más suele sufrir por estar sentado, apretado y con fatiga silenciosa.
Después de 5 minutos, sientes como si alguien te desconectara lentamente. Después de 10, la respiración se vuelve más libre, la pelvis más cálida y la espalda más ligera. Esto no es yoga. Es un gesto cotidiano de reencuentro.
Después de este ejercicio, no tienes que hacer nada. Basta con levantarte y guardar silencio. El cuerpo te dará las gracias, y lo sentirás sin palabras.

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